Todos estos estudios llevaron a John
Bowlby a formular la teoría del apego que afirma que este es el vínculo
emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores o figuras de apego, que
normalmente es la madre por la necesidad
de esta de cuidar y satisfacer las necesidades básicas de su hijo, y que le
proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la
personalidad. La Teoría del Apego se apoya básicamente en que el estado de
seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la
accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto
(persona con que se establece el vínculo).
El
apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido
incondicionalmente. Este planteamiento también puede observarse en distintas
especies animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada
de la madre como base para la protección y la continuidad de la especie. Por
esto el trabajo de Bowlby está influenciado por la teoría etológica de
Konraz Lorenz, ya explicada antes. Pero
fue Harry Harlow con sus experimentos con monos y su descubrimiento de la necesidad
universal de contacto, como veremos a continuación en los videos, quien le
encaminó de manera decisiva en la construcción de la Teoría del Apego.
El
bebé según esta teoría nace con un repertorio de conductas las cuales tienen
como finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas
reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto, no son más que
estrategias del bebé para vincularse con sus padres. Con estas acciones los
bebés buscan mantener la proximidad con la figura de apego, resistirse a la
separación, protestar si se lleva a cabo (ansiedad de separación), y utilizar
la figura de apego como base de seguridad desde la que explora el mundo.